jueves, 15 de septiembre de 2016

A mi pequeña princesa colegiala

A mi pequeña princesa.

Hola mi amor. A estas horas estás en el cole, en tu cuarto día de cole, el cuarto de tu vida…de tu pequeña vida de tan solo 3 años.

Me pregunto si habré hecho bien, me pregunto si realmente deseas estar allí o quieres estar en casa con mamá, con tu teta, tus juguetes, tus videos, tus risas, tu maravillosa imaginación…

Y es que te echo taaaaaaaaaaanto de menos. Ahora no lo entiendes, no sabes qué hago aquí, si estoy bien o mal, solo sabes que te dejo allí cada mañana y que tú quieres estar en la cama aquí en casita como tú dices al calor de tu tetita… Sé que lo estás pasando mal, sé que el agotamiento te puede, que estás cansada, triste, desilusionada porque, aunque estar en el colegio te gusta, no te gusta tener que haber terminado con tu rutina, con tanto tiempo al lado de mamá, con ser mi niña querida a la que presto toda mi atención por las mañanas a ser una más de entre 19 niños de tu edad.

Mamá te echa inmensamente de menos, te necesita a su lado más que nunca…a veces me arrepiento mucho de haberte apuntado tan pequeña, sin necesidad. Pero tú estabas tan entusiasmada con la idea de ir al cole como tu hermano…tenías tantas ganas de probarlo que no supe decirte NO, mi amor, quise que tuvieras esta oportunidad porque… no puedo negarte nada que pueda hacerte feliz. Pero ahora estás comenzando esta nueva aventura, llevas dos mañanas llorando y a mí se me parte el alma con cada lágrima que cae por tus hermosos y profundos ojos, por cómo giras la cabeza para buscarme con tu mirada triste por dejarte allí y no abrazarte fuerte y traerte a casa…

Sé que luego estarás bien, sé que cuando pasa un rato todo pasa y disfrutas y te lo pasas bien…por fortuna tienes unas buenas maestras a tu lado para ayudarte en este proceso…pero también sé que aunque la escuela está bien, aunque te gusta jugar con todos, tú necesitas a mamá. Aunque…quizá no tanto como te necesito yo ahora mismo…porque no dejo de pensarte, no dejo de echar de menos tu voz llamándome, tus besos, tus “cógeme”, tus juegos, tus poses, nuestros ratos en tu tetita en los que fluye tanto amor entre las dos…

Y me siento mal, me siento mal por no haberte dejado aquí, a mi lado, en vez de llevarte allí. Y me siento bien, bien porque te he dado la oportunidad que pedías a gritos, que necesitabas, bien porque me pediste ir al cole y allá estás, aunque yo esté aquí con el corazón un poco partido porque no te tengo, porque no os tengo.

Porque sí, también sigo echando tremendamente de menos a tu hermano…sigo sin acostumbrarme del todo a estar sin él a pesar de que este es el tercer año de cole para él.  Os amo tanto…por eso estáis allí, porque quise daros la oportunidad de seguir avanzando, de comenzar a forjar vuestras alas. Al fin y al cabo el amor se trata de eso no?, de hacer felices a las personas que amas y yo a vosotros os amo por encima de cualquier otra persona, sois lo más maravilloso e importante de mi vida y quiero que sepáis que soy consciente de que desearíais estar aquí y que creo que, aunque sea ley de vida, os voy a echar de menos cada mañana de mi vida. Una no se acostumbra del todo a tener cerca a sus hijos queridos.


Te amo pequeña, te quiero como a mi propia vida, la cual quiero para permanecer a vuestro lado, cuidándoos siempre que me necesitéis.

sábado, 28 de mayo de 2016

Mis memorias laborales y por qué a veces me siento inútil.

Pensando en mi pasado, en lo que he hecho hasta ahora…

Hoy, una amiga comentó algo que me hizo recapacitar y pensar ¿me pasa lo mismo a mí?, si “no haces nada”, si te tomas un descanso, tan corto o largo como necesites realmente estás fallándole a alguien?, ¿eres peor persona o menos profesional por ello?, ¿tienes que estar ocupada todo el día para sentir que los demás te valoran?, ¿ eres vaga o poco trabajadora porque decidiste parar a respirar, a recapacitar, a cargar las pilas?.

A mí siempre, mi entorno cercano me ha tachado de vaga, de mal trabajadora (claro, te han echado porque no vales para nada), me han mermado tanto la autoestima que si no hago cosas por y para los demás, que si no paso por el aro de muchos, me siento mal, siento siempre que estoy fallando a alguien… Tengo grabado a fuego tanta palabra de desaliento, tantos momentos en los que me he sentido una fracasada.

Dejé de estudiar a los 17 años. En secundaria repetí un curso y ese fue mi final…ya bastantes problemas de adaptación tenía como para caer en la clase de la “acosadoras”, después de sufrir bullying durante mucho tiempo con ellas decidí salir de allí y terminar mis estudios en el instituto de adultos donde, por cierto, me fue fenomenal y pasé unos años estupendos.

Y entre estudios decidí ponerme a trabajar. La situación en mi casa no era demasiado buena y yo quería ayudar en lo que pudiera además de sentirme un poco independizada económicamente aunque la cosa estaba difícil pues por aquel entonces pensaban que el dinero que yo ganara lo tenía que entregar entero y serían ellos los que decidirían qué, cuánto dinero darme y cuándo dármelo…

Siempre tuve una profesión frustrada y la sigo teniendo: Cantante, bueno, la música en general, siempre quise estudiar en el conservatorio o en la escuela de música pero nuestra economía no nos lo permitió, de hecho a mi madre le hubiera encantado ver ese sueño mío hecho realidad y aunque hizo por ayudarme a conseguirlo al final no pudo ser. Cuando surgieron oportunidades más serias yo ya no quería, tenía demasiado aquí a mi lado que perder si probaba suerte fuera y aunque mi familia, especialmente mi madre, pensó que ya había perdido el interés por cantar, la verdad es que seguía siendo gran parte de mi mundo, solo que estaba enamorada y el pensar separarme de la persona que por primera vez en mi vida me había amado de verdad pues no me compensaba… Y aquí sigo, con mi sueño frustrado!! Pero muy feliz de seguir al lado de mi enamorado tras 17 años y de que se haya convertido en el padre de mis hijos.

Bueno, la cuestión es que comencé a trabajar en una casa. Este fue mi primer trabajo con 18 años recién cumplidos. Se suponía que debía cuidar de una niña pequeña y un bebé y hacer lo básico, me encontré siendo la chacha de la casa. Trabajaba de 7:30 a 16:30 horas, mientras que llegaba desde mi casa resulta que tenía que salir de casa a las siete de la mañana y legaba más allá de las cinco de la tarde. Abusaron de mí, no sólo tenía que ocuparme de los niños (el bebé magnífico, la niña de 4 años muy mal educada, así, literalmente), sino que también debía limpiar de raíz la casa cada día, fregar cada suelo de cada habitación con dos o tres cubos de agua, planchar la ropa del marido y de los niños, prepararle la comida a los niños y por supuesto, dársela, aguantando las impertinencias de la niña como “tú a callar y a limpiar” cuando le decía que comiera en vez de ver la tele… (muy bien educada, sí señora, tal y como era la madre, a su imagen y semejanza) y las suyas propias. Del marido no diré nada porque se portó bien, incluso pienso que me entendía taaan bien... No contenta con esto, esta señora me espiaba en mi tiempo libre o cuando me ponía enferma para constatar que no la estaba mintiendo…y todo esto… ¿por cuánto?, por 50.000 cochinas pesetas y sin asegurar, sin contrato, pues amenazaba con bajarme el sueldo si me daba de alta (ella es funcionaria de la Junta, así nos va…). Tras unos meses puteada, así, sin más, una mañana mi madre me dijo que ya no fuera más, que no quería que siguieran abusando de mí y así lo hice, no aparecí más. Encima la mala fui yo y se dedicó a ir a donde me habían conseguido el trabajo para desprestigiarme y soltarmentiras sobre mí.
Luego, tras esa experiencia he hecho muchos trabajos mientras seguía estudiando, compaginando ambas cosas como podía, estudios y trabajo y haciéndolo al ritmo que podía.

He trabajado de camarera en una de las “cafetería-pastelería” más famosas de la ciudad, aunque duré poco tiempo pues a mi padre, dentro de su condición de alcohólico no se le ocurrió otra cosa que intentar suicidarse (por primera vez, luego vendrían más veces) y culparme de ello “por no querer obedecerle” dejando una nota escrita, yo me hundí tanto, sentía tanta rabia y pasaba tantas horas a las puertas de la UVI que dejé el trabajo a pesar de que estaba bien en él. No podía seguir. Me prometieron readmitirme cuando pasara la tormenta pero nunca lo hicieron, nunca más volví allí. Por aquel entonces ya comencé con mi voluntariado haciéndome catequista de comunión de mi parroquia, hui de allí tras ver demasiadas cosas que no me gustaron dentro de la Iglesia. Una cosa es ser creyente y otra tragar con todo…

También pasé por tiendas de moda como dependienta, como frutera, en un supermercado haciendo de todo un poco y en panadería donde fui bastante feliz  y donde me valoraron, por primera vez muy positivamente, tanto que el encargado me pedía que por favor, buscara algo mejor, que yo valía mucho más que para estar allí…  lástima que fue un contrato eventual por temporada de navidad y tras pasar el contrato de tres meses no se me renovó como ya sabía que sucedería.

Luego trabajé en otro supermercado como auxiliar de frutería, puesto que no me permitían pisar puesto que me tenían de chacha limpiando todo, reponiendo y arreglando sus desastres…me trataban con burlas y malos modos, me hacían el vacío y me despreciaban. Un día limpiando me hicieron subirme a una caja de fruta para llegar al estante, resbalé y me hice un esguince en un dedo de la mano derecha. Aun así no me di de baja y seguí trabajando. Hasta que un día, tras aguantar tantísimo estrés y abuso me puse enferma, me dio una tremenda gastroenteritis que me tenía en el baño cada cinco minutos. Me di de baja tres días, me echaron. Fue la primera vez en mi vida que me alegré de que me echaran, mi pesadilla había terminado, bastante había pasado ya en el instituto y bastante pasaba ya en casa.  Una vez más, mi entorno me llamaba fracasada, que había que aguantar, que no servía para nada…

Tras estos primeros empleos he hecho un poco de todo pero al centrar mis estudios (estudié de todo un poco dentro de mis preferencias) en la administración, las finanzas y la atención al cliente decidí probar suerte en este campo.

He sido encuestadora telefónica en una empresa de estudios políticos y de mercado, he trabajado durante años en la tienda del entonces, mi novio detrás del mostrador y llevándola junto a él, he trabajado como teleoperadora en el servicio postventa de una de las empresas de telecomunicaciones más importantes del país, como tantos y tantos…muchos pasamos por ahí.

Viendo que nada cuajaba, que no encajaba en ningún sitio y que nadie me valoraba  incluso probé suerte emprendiendo y abriendo una tienda junto a mi pareja con mucha ilusión. Tras año y medio luchando por sacarla adelante, de sacrificios y de trabajar de sol a sol, de lunes a domingo… teníamos a tantos “enemigos” y competencia deseal alrededor que tuvimos que abandonar antes de estrellarnos del todo. Fue muy duro, un fracaso más que me hizo pensar que de verdad no servía para nada…
Ya viviendo con mi pareja me seguí formando en  Comunicación, Atención al Cliente y RRHH, que me apasiona, es entonces cuando comencé a trabajar como administrativa contable en una empresa de reciclaje de papel, incluso, tras mis estudios como diseñadora web les hice la web de la empresa, pero aunque fue un trabajo estupendo fueron unas prácticas remuneradas por lo tanto con una fecha de fin así que desgraciadamente y a pesar de estar en la gloria allí terminó mi contrato y me tuve que marchar.

Comencé otra formación, esta vez una FPE de Auxiliar Administrativa en donde conocí a gente estupenda y buenos profesionales. Uno de ellos fue especial para mí precisamente por su papel en ese curso: fue el coach encargado de formarnos en atención al cliente y comunicación entre otros... Él sacó, como buen coach, lo mejor de cada uno de nosotros y en mi caso marcó un antes y un después en mi vida profesional y personal, pues aprendí a quererme y valorarme, mi autoestima se disparó al ver que alguien profesional como él valoraba mi esfuerzo y mi trabajo, me dio confianza en mí misma y también en los demás, vi que sí que valía, vi que era profesional, que no era una inútil que no servía para nada como tantas veces me habían dicho tiempo atrás… comencé a ver la luz y a sentir y comprender qué era lo que realmente quería hacer con mi vida y sobre todo con mi vida laboral. Lo tenía decidido, era una buena profesional en lo mío: RRHH, coaching y comunicación, así que seguiría por ese camino. He de decir que nunca podré agradecer lo suficiente a esa persona lo que hizo por mí. Junto a mis padres, mis hijos y mi marido es el ser que más luz a aportado a mi vida.

Hice unas prácticas maravillosas tras esta formación, entré a trabajar en una ETT como administrativa de personal y terminé adquiriendo y haciendo funciones propias de un consultor de RRHH, hacía entrevistas, me encargaba de cribas, cursos de PRL, de dinámicas de grupo… tanta experiencia adquirí y tantísimo disfrutaba con mi trabajo que seguí trabajando en ello y comencé a formarme en coaching, hasta me ofrecieron un puesto de responsable de RRHH en un hotel de un municipio de aquí…no pude acceder por no tener coche propio.

Y después de todas estas experiencias laborales me quedé embarazada de mi primer hijo y decidí parar, tomarme un tiempo hasta que mi hijo fuese un poco más mayor. Mientras seguí formándome en lo que pude. Al verme de nuevo fuera del mercado laboral comencé a sentirme mal de nuevo…perder esa autonomía esa independencia me hicieron volver a sentir bastante inútil.

Cuando mi hijo nació me cambió la vida, se tornó maravillosa… dejé de pensar en que no valía para nada, ¿cómo no iba a valer si había creado dentro de mi vientre a un ser tan perfecto y maravilloso como mi hijo?, me sentí, por primera vez en mi vida, completa. Por fin tenía un hijo, el sueño de toda mi vida y ahora me tocaba ser madre, el mejor trabajo del mundo, sin duda alguna y el que más satisfacciones te da.

Desde entonces he ido transformándome en una persona nueva, con otra perspectiva, otros objetivos, con sus malos momentos también, por supuesto, pero con una madurez que solo te da la maternidad. A los tres años tuve a mi pequeña princesa y desde entonces me siento la mujer más feliz y afortunada del Universo.

Gracias a mis hijos me hice blogger, comencé a escribir sobre mi maternidad sin esperanzas, pensando que a nadie le interesaría...a día de hoy me siguen miles de personas, más tarde comencé a ayudar a otras madres que me consultaban y finalmente creé una asociación en apoyo a esas madres que tan solas, apartadas y perdidas se sienten a veces. No gano dinero, es voluntariado, pero la satisfacción personal es tan grande que me merece la pena, me merecen las horas y el trabajo que me lleva sacarla adelante.

Y desde entonces he ido conociendo a mucha gente, muchas personas han pasado por mi vida, todas me han aportado algo, bueno o malo, pero alguna enseñanza. He conocido a mujeres sabias y maravillosas que me han hecho volver a creer en el poder de la mujer, que me han vuelto a hacer confiar en nosotras.

Y después de todo esto…piensas: -¡Ey!, ¿qué es eso de que no vales para nada, de que eres una vaga?, has hecho de todo, tienes montones de experiencias vividas, eres una persona especial, como todos y cada uno de los seres que habitamos la Tierra, no eres menos que nadie, eres TÚ, mereces ser respetada, mereces respetarte a ti misma, mereces una oportunidad de seguir cumpliendo metas cómo y cuándo te veas preparada. Has hecho MUCHO, has dado siempre lo mejor de ti cuando te han dado oportunidad. Eres buena.

En estos últimos dos años mi vida se convirtió en un caos. Perdí a mi hermano mayor, perdí a mi madre querida y al mes casi pierdo a mi padre también, ahora gran discapacitado tras una apoplejía que lo ha dejado hemipléjico para siempre y atado (literalmente) a una silla de ruedas. Mi alma, mi ser se hundió tanto en la tristeza y el dolor que a día de hoy aún sigo curando las heridas y uniendo cachichos de mi alma y corazón. Desde entonces no termino de ser yo misma.

Ahora quiero volver a trabajar, formarme más profundamente en lo que me apasiona: el coaching y los RRHH, para poder seguir ayudando a otras personas a descubrirse y quererse, a valorarse, a desarrollarse; como hago en la asociación, pero, ahora sí, cobrando por mi trabajo. Me queda mucho por luchar, por trabajar, por aprender pero sé que poco a poco volveré a ser yo misma y lo lograré.


A pesar de todo lo “malo” o todo lo que nos hace sufrir, le doy gracias a la vida por haberme traído, por cada experiencia vivida, por cada vivencia, por cada momento…porque me enseña a ser cada vez más feliz con menos y sobre todo a ser YO MISMA.